El caso de Carmen Jiménez es el de una mujer que torturó a su sobrino menor de ocho años, le prohibió ir al colegio para que no vieran sus heridas, lo llevó al hospital cuando ya no respiraba y luego contó lo que había hecho a la policía, sin remordimientos. Ahora se encuentra en prisión preventiva a la espera de que seis fiscales realicen una investigación.
El inicio del terror
Todo empezó con un padre que movía a su hijo de casa en casa. Santiago Colomé Jiménez decidió entregar a C.C.A. a una de sus hermanas para que se hiciera cargo de él. En ese punto todo iba bien. Nada se escapaba de lo normal. El menor C.C.A. vivía con Altagracia Jiménez, una de sus tías. Pero ésta un día decidió que no iba a seguir encargándose de él y lo puso directo en la boca del lobo. Se lo entregó a su hermana, Carmen Jiménez.
No se sabe con exactitud cuándo empezaron los maltratos. Sin embargo, llegó un día en el que C.C.A. dejó de ir al colegio. No porque no le gustara. Nada de eso. Fue porque la directora del colegio intentó contactar con su tía para preguntarle quién había golpeado al niño, pues siempre estaba cansado y tenía signos de agresión. Jiménez le prohibió ir a la escuela. No quería ser descubierta.
El testimonio de tortura
El dolor al que fue sometido C.C.A. durante al menos tres días del mes de diciembre fue aterrador. En el testimonio, Jiménez narra que utilizó diversos objetos en la tortura: un machete, un cargador de teléfono, una cuchara, un trozo de hierro, un cabo de madera y un cuchillo de cocina.
En esos tres días de sufrimiento, el menor fue golpeado con el cargador de un teléfono, fue maniatado y recibió cortes con un machete. En total le propinaron 147 heridas. Después de darle en los dientes con una cuchara, se le cayeron seis. Además, la victimaria le pegó con un hierro en la espalda y se lo introdujo vía anal para que no se le escaparan sus necesidades.
El fatídico sábado 13
El sábado 13 de enero, el niño se puso enfermo. Jiménez le llevó un moro de gandules y él los vomitó. «Tía, no quiero más», dijo. Entonces, el pobre niño, ya herido y cansado, se acostó. Es posible que las heridas que le habían dejado el último mes de tortura le hubieran debilitado hasta dejarlo sin fuerzas para comer.
Tal y como narra Jiménez, se acercó al menor y le introdujo el dedo en la boca para sacarle la comida y la flema. «Lo estaba ayudando», se excusa. Sin embargo, C.C.A. le pidió que no le hiciera eso.
«Luego empezó a hacer gárgaras, lo puse de lado y se desmayó, pero aún seguía respirando. Yo le puse las manos y sentía que respiraba», confiesa.
Cuando su víctima perdió el conocimiento, llamó a su novio, González Valencio Rojas, y le dijo que C.C.A. se había puesto malo y se había desmayado. Según comenta, Valencio llegó rápido y llevaron al niño en el camión con el que él trabajaba a la policlínica de Verón, lugar en el que les ordenaron ir al hospital.
En el hospital de Verón fueron atendidos rápidamente, pero el niño ya no respiraba. Pese a esto, los doctores lo atendieron. «Cuando llegamos, lo pusieron en una camilla, luego salió el doctor y me dijo que el niño había muerto», declara.
El pequeño presentó, según el médico legista actuante, heridas múltiples en todo el cuerpo, con signos de tortura y mutilación. Además de 147 heridas, shock hemorrágico, shock hipovolémico, shock séptico, con seis pérdidas dentales.
Conocimiento de la pareja y manutención
Al ser cuestionada sobre el conocimiento de su pareja de que ella golpeaba a su sobrino, esta respondió que le había dicho que «le metía fuetazo al niño», por lo que este le sugirió que se lo entregara a su padre. Otro detalle que ésta le expresó a las autoridades es que su hermano Santiago Colomé Jiménez, por el cuidado del niño C.C.Á., le daba en principio dos mil pesos los días quince y treinta, pero luego subió a tres mil, de los cuales, dos mil eran para ella y mil para el niño.
La investigación del caso
El caso está siendo investigado por un equipo de seis fiscales, encabezado por la titular Claudia Garrido, en colaboración con Silveria Poueriet R, Hendrich Ramirez, Aneurys Castillo, Alba Mota y Victor Camacho.
El Tribunal de Instrucción de la provincia de La Altagracia, presidido por el juez Francis Dilone Reyes, ha dictado a los implicados 18 meses de prisión preventiva. Jiménez los va a cumplir en la cárcel de mujeres de la localidad y su pareja sentimental en el CCR-14 Anamuya en Higüey.
Percepción sobre la salud mental de Carmen Jiménez
Para el psiquiatra Juan Santana, los hechos ocurridos con el niño demuestran que la sociedad está enferma y que la misma no tiene calificativo. «Como psiquiatra creo que esta persona está psicótica porque, para ejecutar un crimen de esa naturaleza, con un niño indefenso, hay que evaluar la conducta de esa persona», refiere. En cuanto al posible diagnóstico de la victimaria, Carmen Jiménez adelanta que «de entrada, nos aventuramos a decir que podría estar psicótica o que podría tener un trastorno de personalidad «.
Aparte de esa horrible muerte que ha conmovido a toda la sociedad, «esto debe llamar a la reflexión. Es necesario trabajar los valores, educar a la población y orientarlos en base a los mismos», finaliza.
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